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"No florecen las orquídeas" A la venta

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JAVIER VILLENA

No florecen las orquídeas

Editorial Olélibros

Fernando, tras destapar unos turbios acontecimientos en el asilo donde trabajaba desde hace años, se ve obligado a abandonarlo.

En este sentido destierro por la pérdida del que había sido su único hogar, se cuela Lola; una desconocida a la que se aferra y con la que viajará a Londres, en una aventura tan improvisada como peligrosa, que lo involucrará en una conspiración de robo y tráfico de arte.

Libros publicados

Arrugas que no levantan polvo

Con esta novela el tiempo pasará inadvertido, se posará a tu lado en un segundo plano, como aletargado, y sólo al final se revelará tan valioso y fugaz como los minutos que empleamos en saborear un café. Si abres tus sentidos la historia rezumará en tu paladar como esa última gota de café que habita olvidada en tus papilas. Algo amargo pero dulce, sabor intenso pero exquisito.

etiopia en 18 atardeceres javier villena

Etiopía en 18 atardeceres

Inicié esta aventura solo, pero enseguida se fueron uniendo lectores. Sus comentarios en las redes sociales acompañaron mis atardeceres y llenaron de luz mi soledad. Sostuvieron mis fuerzas cada trayecto y se convirtieron en el verdadero sentido de esta experiencia.

Oferta Pack 2 Novelas dedicadas.

Pack "No florecen las orquídeas" + "Arrugas que no levantan polvo", con la dedicatoria de puño y letra de el autor, Javier Villena Carrillo

Pack "No florecen las orquídeas" + "Arrugas que no levantan polvo", con la dedicatoria de puño y letra de el autor, Javier Villena Carrillo, ¡el regalo ideal!

Mujeres del mundo. Visiones y miradas.

1 ESPERA

Aún no llueven los árboles, pero llueven mis ojos. Verdes, como la infinidad del mar y a veces tristes, por no poder contener el río que navega en mis surcos y en el que viajan las horas. Quisiera frenarlo y beber de su savia, pero apenas alcanzo a humedecerme los labios. Mientras caigo observo las acacias: impasibles, esperando el otoño. En un golpe de viento intento asirme a sus ramas, pero ninguna me ve. Soy como una hoja invisible que se desliza del cielo, sola, y en primavera.

2 VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE

Pronuncio tu nombre y, al contrario que otros, no me estremezco de miedo. Ni siquiera tiemblo, ni me sobrecojo. Con cada sonido te voy abriendo mi pecho y me sumerjo en tu mar de cenizas para bañarme a tu lado, en la eternidad de la vida.

3 SILENCIO

Te observo, a tan solo unos pasos de ti y me doy cuenta de que necesitaba alejarme para admirar tu belleza. El pincel todavía gotea, como tu espíritu, y el paisaje inacabado donde te balanceas. Cierro los ojos y a pesar de tu marcha puedo tocar el calor de tus huellas; en silencio.

4 ¿DESTINO?

¿Por qué nadie me advirtió ayer? Si hubiese sabido que sería el día más feliz de mi vida no me hubiese despertado llorando. Me hubiese calzado en vez de corretear la mañana desaliñado, como hago siempre. Hubiese reído en vez de fruncir el ceño como también hago siempre. Si el destino me hubiese avisado, con los primeros hilos de sol habría sido feliz esperando el momento.

Cuando llega la madrugada aparece más cansada que nunca, enturbiada por un sentimiento, entre dulce y amargo, que me ha acompañado durante la tarde, la sobremesa, la siesta y el atardecer. Al fin duermo y por primera vez me doy cuenta de lo equivocado estaba.

5 PASIÓN

Arden los colores como si alguien los hubiese encendido. Recorro las llamas y respiro el aliento asfixiante que se cuela en mis entrañas y comienza a derretir mi cuerpo. Sostengo tus nalgas, tu espalda, tu cuello, y suavemente me deslizo entre tus cabellos; oliéndote. Quema tu piel pero quiero fundirme con ella hasta llegar a tu alma. El fuego comienza en mi boca, donde se regocija. Sigue muy despacio hasta la garganta y se acomoda en mi pecho, ya vacío.

6 ORACIÓN

Huyendo del ruido me arrodillo. Los gritos se han quedado de pie, junto a una multitud que sigue empeñada en envolver mis plegarias, en pisotear mis pecados y vociferar mis miedos. Poco a poco, el rumor se va diluyendo hasta que dejo de oírlo. Siento dolor en mis piernas, pero consigo vaciar mi mente y expulsar fuera del aura mis fervientes sentidos. Dentro, sólo laten mis rezos, tan llenos de vida que parecen querer quitarme la mía. Sus palabras arrollan mis oídos, pero no sé de dónde proceden. Tropiezo con mi cuerpo, que se ha desplomado en el suelo, delante de mí, y al mismo tiempo descubro que no hay nadie alrededor. Sigo rezando…

7 PLEGARIA

No escucho mi pulso. Permanezco inmóvil, junto a la silla donde reposa mi traje de novia. Estoy desorientada y no sé cuánto tiempo llevo varada en este puerto de agua estancada. Es inútil pedir ayuda. Nadie escucha mis plegarias, ni siquiera Dios, que se ha ido lejos para no sufrir conmigo esta condena. En un esfuerzo consigo moverme y estrujo el traje contra mis senos. Me cuesta seguir erguida y sin soltarlo comienzo a temblar. Mi calvario pesa tanto como esta tela que está acabando con mi vida, lentamente, en cada costura.

8 VEJEZ

Conforme se va cerrando la puerta dos lágrimas cristalinas se asoman a mis ojos. Al sentir su escozor, justo en la comisura, me dan ganas de reír. Estoy feliz. Al otro lado de la puerta se aleja Sarah, mi nieta. Tiene cuatro años y dudo mucho que se haya dado cuenta de la profundidad de sus palabras. Aún puedo oír el eco de su voz, muy bajito, como si se hubiese quedado aquí, para hacerme compañía.

-Abuela, no te vayas nunca. Te quiero.

9 MADRE

Puedo pasarme las horas delante de ti, recorriendo el cutis encrespado que perfila la vejez de tus años; acariciando tus labios torcidos por el flujo incesante de sabias palabras; besando tus manos curtidas por haber sostenido mi mundo; oliendo ese perfume único que desprende tu piel; y queriendo beberme tus pechos como lo hacía cuando era niño. Puedo pasar las horas delante de ti, sin dejar de admirarte, sin dejar de quererte.

10 PRIMAVERA

Sonrío, y lo hago de forma tímida e imperceptible. No quiero asustar la alegría que se baña entre los colores, como el rocío. Desde los brotes más tiernos me observa fijamente. Quizás se pregunte por qué río. Ruborizada, me desvío hacia el azul luminoso recién caído del cielo y descubro que también me observa, expectante, al final del riachuelo. Sin darme cuenta, mis labios comienzan a florecer como mi alrededor y mi sonrisa se convierte en la más bella primavera, donde se escuchan los rojos intensos reír a carcajadas; los amarillos; los verdes más vivos; los marrones…, la vida.

11 MADUREZ

Te cuido y me muerdo los labios para no contarte verdades. Podría decirte que sólo en los cuentos se caen las hojas al llegar el otoño. Únicamente allí, se puede rodear el agua entre las manos y esperar, con la piel congelada, a que se funda el invierno. Dicen que hay aves que dibujan el cielo con finas sonrisas y un sol que amanece desnudo, sin esconderse del tiempo. Me apena la certeza de que algún día tú también lo aprenderás, como lo aprendí yo, con sólo tres años…, entre telas.

12 LUCHA

No voy a parar. Aunque mis rodillas sean las piedras que escarben el camino; aunque mi sangre sea la arena que pisen mis yagas; y aunque mi piel rociada se convierta en la estela de nuestras huellas, no voy a parar.

No voy a parar aunque sea mi sudor quien que te de beber, y el calor de mi fiebre quien te cobije de noche.

No voy a parar hasta que veas amanecer.

13 ÁFRICA

Huele a sabana. A lo lejos un horizonte velado, entre azul y amarillo, descansa plácidamente recostado a la sombra, en un lecho de ramas. Reina un silencio profundo y no se percata de que unos andares, sigilosos, se acercan hasta casi rozarlo. Con suma elegancia, una jirafa sueña con tocar el otro extremo del océano y extiende su cuello creyéndose libre, al otro lado de África.

14 MADRE TIERRA

El ritual es el mismo que se repite desde mis antepasados, y sin embargo hoy me siento nerviosa. Incluso más excitada que la primera vez. Comienzo por los pendientes, sin prisa. Después, de uno en uno me voy despojando de los collares, y por último la ropa. No llevo nada encima pero no me siento desnuda. Me acerco a la orilla y comienzo a hundir los dedos en la arena como me enseñó mi abuela. Sigo avanzando hasta que el agua alcanza mi cintura y me sumerjo. Hace viento y puedo sentir cómo respira la Tierra. Nuestros corazones laten al unísono entre el vaivén de los árboles.

15 SUEÑOS

Todavía faltan cinco minutos para que suene el timbre y ya estoy angustiada. Me gusta volver sola del colegio. Siempre sigo el mismo camino. Bajo la cuesta, atravieso la plaza y en vez de continuar de frente hasta el final de la calle, me desvío unos metros para pasar por mi rincón preferido. No es que sea bonito. Sólo hay una pared desconchada y una farola fundida. Presiento que el día que se encienda se cumplirá lo que más deseo. Nada más escuchar la campana salgo corriendo. ¿Será hoy?

16 SOLEDAD

Abro la alcoba y acerco mis labios al frescor de la calle, a unos milímetros de la aspereza fría del acero. A pesar del poco espacio que hay entre las rejas libero mi voz. Acentúo cada sílaba de mi nombre y aunque no la distingo, intuyo cómo se aleja, solitaria, pero libre. Apenas dura un instante, pero lo justo para sentirme mujer.

17 GENEROSIDAD

Han pasado los años y tu recuerdo sigue vivo. Unas veces me desvela, otras me adormece con una brisa suave y aterciopelada. Algunas noches, entre sueños, escucho tu llanto. Suena algo débil pero tenaz. Como la imagen del día que te encontré, envuelto en una manta, abandonado entre montículos de estiércol. No tenía nada que ofrecerte, salvo una casa vacía y muy poco con lo que alimentarte. Ahora sé que nuestra historia fue escrita al revés, y que gracias a ti y al resto de niños que llegaron después, este inhóspito desierto se trasformó en un manantial de vida.

18 FELICIDAD

No hace falta beberse el mar para distinguir su sabor. Sólo basta una gota para adivinar su espesor, su grandiosidad, su paz… No hace falta tocar el fondo para nadar en él; ni bucear en la sal para aliviar las heridas. Lo mismo ocurre con la felicidad: sólo basta con acercarse a la orilla para ser feliz.

19 COSTURERA

Todavía no ha salido el sol y el bullicio de las últimas horas se confunde con los primeros ruidos de la mañana. Todo se mezcla en la calle formando una humareda en la que convive el olor a puestos de comida, a asfalto, a sudor, a orines, a basura… Los comerciantes se agolpan, unos encima de otros, lanzando al suelo las mismas sábanas sucias de todos los días. De repente, la calle se difumina y se convierte en una improvisada montaña de retales y ropa usada. Todos tienen prisa. Todos menos yo. A mi puesto sólo se acercará una persona y se llevará algo muy especial. Esa persona se llamará como tú…

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